viernes, 10 de julio de 2009

NOSOTROS Y NUESTRA PERCEPCIÓN DEL MUNDO

¿Creemos lo que vemos o vemos lo que creemos? La respuesta inicial que tiene la mayor parte de la gente ante esta pregunta, es que creemos lo que vemos. O eso nos echan en cara a los que tenemos una visión algo más “científica” de la vida. Cuando dices no creer en Dios, lo primero que te sueltan es un: “tú solo crees lo que ves”. Sin embargo, sabemos que eso no es así.

Durante el proceso de aprendizaje, nuestro cerebro va creando unas estructuras de clasificación de la información. Estas estructuras se forman, principalmente durante nuestra infancia, y se desarrollan en un 90% hasta los 8 años de edad. Dichas estructuras forman lo que se denomina “esquemas mentales”. ¿Y de que dependen estos esquemas mentales? Los factores son muchos, y variados. Pero podríamos decir que principalmente de la educación que nos den nuestros padres, de lo que aprendamos en la escuela y de nuestra experiencia vital (amigos, otros familiares, relaciones mantenidas, etc...). Hay muchos otros factores, pero estos serían los más fácilmente identificables.

Procesos inconscientes

Imagínate en una cafetería inmers@ en una conversación apasionante sobre ciencia.
Estás absort@ escuchando las explicaciones de tu contertulio, y de golpe tu cerebro decide mandar una señal a tu brazo para que se mueva hacia la taza de café, la acerque a tu boca, la incline al tiempo que tus labios conforman un beso, aspiras un pequeño sorbo del líquido que contiene, y la vuelves a dejar sobre la mesa.

Entonces tu compañero te pregunta: “¿has cogido la taza de manera consciente? ¿Habías decidido que ese momento era el momento en que te apetecía tomar el café? ¿o ha sido un proceso totalmente automático?”
Tú no tienes ningún reparo en decirle que no, que no eras consciente, que ha sido uno de los centenares de procesos automáticos que realizamos continuamente sin pensar previamente en ellos. ¡Faltaría más que debiéramos andar pendientes de decidir cuando respirar, modificar nuestra posición en la silla, o cambiar de marcha mientras conducimos!

Todos estos actos que realizamos sin pensar en ellos, de forma inconsciente, a lo largo del día se produce por un proceso llamado “mecanización”. Este proceso se da por la repetición de un acto de forma constante, hasta que el cerebro asume el “control automático” del acto, dejando a nuestro consciente libre para realizar otras tareas. Quizá no lo recuerdes, pero en su momento tuviste que pensar como subir escaleras, o como beber un baso de agua. Fueron procesos mecanizados durante tu infancia.

Los esquemas mentales son, después de todo, otro proceso de mecanización. El cerebro debe poder clasificar la información, y asignarles prioridades. Al inicio de nuestra vida, toda la información es acumulada, y el cerebro va creando los esquemas mentales para clasificarla. Así aprendemos el concepto de mesa, de coche, de amor, del bien y del mal, etc, etc... Este proceso es de vital importancia en la vida adulta.

A lo largo del día recibimos una cantidad ingente de información que es preprocesada por el cerebro. Dicha información es filtrada mediante tres niveles:

Subconsciente: en esta fase está toda la información. Ha llegado a nuestro cerebro, que de forma totalmente autónoma la clasifica. Una vez clasificada decide a cual de los otros niveles pasa.

Preconsciente: esta es una fase de alerta. Una vez que el cerebro a clasificado la información del subconsciente, deja en este nivel todos aquellos datos que, sin suponer una información relevante, pueden suponer un peligro futuro. Si esta información pudiera constituir un peligro real, pasaría al siguiente nivel, que es el consciente, priorizándola sobre el resto de información de dicho último nivel.

Consciente: Este es el nivel en el que tenemos “consciencia” de todo. Es el último nivel, y por lo tanto toda la información viene ya filtrada por el cerebro.

La base del cerebro para filtrar la información, como hemos dicho, son los esquemas mentales. Basándose en ellos, el cerebro toma muchas decisiones por nosotros. De echo, algunos autores indican la posibilidad de que ninguna decisión sea realmente tomada por nosotros.

En este muy recomendable artículo titulado “La fisiología del free will” el investigador Mark Hallett del NIH hace una revisión de todos los estudios y bibliografía científica acumulada hasta el año 2007 y concluye que “no hay ninguna evidencia de que el free will sea una fuerza en la generación de movimiento. La sensación de libertad existe, pero no es la causa del movimiento sino una percepción posterior. Los movimientos se generan inconscientemente, y la ilusión de voluntad llega después”.

Un resumen de las dos opciones a considerar sería el siguiente:

a) La voluntad (free will) como fuerza generadora de movimiento:

Decisión consciente ==> Mecanismos del cerebro motor ==> Movimiento

b) La voluntad como percepción:

Mecanismos del cerebro motor ==> Movimiento ==> Decisión consciente

En el caso del control del movimiento, la neurociencia está demostrando que la opción b) es la que más se ajusta a la realidad, aunque la mayoría pensemos que debe tratarse de limitaciones tecnológicas, porque obviamente la a) tiene que ser la correcta.

[Extraido del artículo “La libertad es una ilusión de tu cerebro” en el blog “Apuntes científicos desde el MIT” ].

Aunque la pregunta realmente no sería si tenemos libertad para hacer lo que queremos. La pregunta quizá, más bien, sea ¿podemos elegir lo que queremos?.

Conozco a más de una chica que asegura “tener una suerte con los chicos” desastrosa. Siempre acaba con los típicos chulitos que quieren poco más que un rollo pasajero y con los que, evidentemente, no duran demasiado. Un día, hablando con una de ellas me dice: “Pero si lo que quiero es un chico normal. Uno que simplemente me quiera por como soy, que quiera estar conmigo, y poco más. ¿Tan difícil es?”. La tendencia natural es a pensar que “ya no quedan chicos así”. Sin embargo puedo asegurar que conozco también a muchos chicos que coinciden con esa descripción y que están solteros. Así que, sin tan siquiera ponerme colorado, le espeté: “¿No será que los buscas tú así? Quizá no te des cuenta. Tu cerebro toma esa decisión por ti. No puedes basarte en parámetros medibles y racionales para elegir pareja. Y malo si no es así”. No la vi muy convencida. Aunque reconoció que “es posible”. Para mi es un ejemplo claro de injerencia de los esquemas mentales.

Dichas injerencias se dan en muchos ámbitos. Nos gustan más las matemáticas o la historia. Nos gusta un chico/a. Incluso interviene en nuestra interpretación de lo que vemos.

Imaginemos la siguiente situación: un punto luminoso de gran potencia se ve en el cielo. Dependiendo de tus esquemas mentales podrías tener diferentes interpretaciones:

- Si eres una persona muy religiosa, esa luz podría ser una aparición mariana.

- Si eres una persona conspiranoica, podrías pensar que es un aparato del gobierno que está realizando algún tipo de experimento para controlar a la población.

- Si eres un ufólogo, tienedes a pensar que se trata de un ovni.

- Si eres escéptico, racionalista, tiendes a pensar que podría tratarse de un satélite artificial, o un globo sonda. Algo perfectamente explicable.

¿Realmente creemos lo que vemos o vemos lo que creemos? Yo lo tengo claro. La segunda opción es la correcta.

5 comentarios:

  1. ¡Buen post! Felicidades ;-)
    Tengo por ahí un libro pendiente de leer titulado "the illusion of conscious will", de Wegner (Sí que leí un par de artículos que deben de constituir la columna vertebral del libro). Tal vez te interese, encaja muy bien en lo que has contado, pero desde el punto de vista experimental y con explicaciones neurológicas.
    Evidentemente, esa clasificación de la consciencia que nos presentas tiene que existir en el cerebro de alguna manera. Yo no soy experto en el tema, pero sí te puedo decir que existe un cerebro "consciente" (cortex, hipocampo) y un cerebro "inconsciente" (sistema límbico, la amígdala...). Este último contiene el "cerebro reptiliano", el más antiguo... y con él nuestras emociones. Efectivamente las emociones, tan importantes en nuestra conducta, son inconscientes. Frecuentemente reparamos en ellas una vez que han llegado ("me doy cuenta de que estoy triste"). Es la amígdala o el cerebro inconsciente trabajando por su cuenta.
    ¡Un saludo!

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  2. Muchas gracias. Consideraba que el tema era interesante, y que merecía un post.

    Como bien dices, el cerebro trabaja mucho por su cuenta. Lo importante, y quizá más complicado, es saber hasta que punto es así. Hasta que punto podemos elegir, o hacemos lo que queremos.

    Un saludo.

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  3. Cuando decimos "mi cerebro" ¿quien lo dice?

    Saludos.

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  4. La verdad es que es muy buena pregunta...

    Supongo que cuando decimos "mi cerebro", realmente es la parte consciente del cerebro (que Gilgamesh ha relacionado, antes, con el cortex y el hipocampo) hablando de la parte inconsciente (sistema límbico, amigdala...). Pero esto es solo una suposición.

    Si alguien tiene una respuesta mejor, por favor, que lo diga....

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  5. Tu crebro consciente hablando de la parte inconsciente?
    Yo ceo que es todo mucho más sencillo, de acuerdo en que hay "consciente e inconsciente pero funconan juntos todo el tiempo, excepto cuando duermes.
    Por qué tenemos que examinarlo todo?
    es mucho mejor hacer o que queremos, o creemos que queremos sin pensar si lo dedió el consc. o el incosc.
    Un beso, Ross

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