viernes, 17 de abril de 2009

Opinion sobre Aborto



El tan aclamado -por la Iglesia Católica- argumento del derecho a la vida tanto del embrión como del feto, aparte de no sostenerse en pie, se vuelve en su contra al tener que admitir el hecho incuestionable de que todo derecho implica, necesariamente, el mismo derecho a lo contrario; dicho de otra forma: todo derecho es renunciable. Lo contrario supondría una obligación, por lo que no se podría hablar de derechos. En consecuencia, el derecho a la vida supone, en la misma medida, el derecho a la muerte. Afirmar que la vida pertenece a Dios y sólo él puede quitarla convierte el derecho a la vida en un eufemismo que encubre la obligación de vivir. Pero, la Iglesia Católica es cada vez más reacia a utilizar argumentos religiosos para respetar la libertad de conciencia, viéndose obligada a buscar en el cajón de la lógica argumentos a través de los cuales pueda demostrar la inmoralidad de ciertos actos tanto a creyentes como a no creyentes, utilizando el conocido "contra natura", el ya analizado derecho a la vida o la dignidad humana cuando se trata de eutanasia.

¿Quién, sino el sujeto de un derecho, puede decidir la ejecución o no de su derecho? Nadie puede decidir por otro -a no ser que se sepa de forma clara su voluntad y que el sujeto de derecho no pueda explicitarla. Si el embrión o el feto tuvieran derecho a la vida deberían ser ellos y no la sociedad quienes decidieran. Pero, ni el embrión ni el feto pueden tener derecho a la vida. En todo caso, el feto que haya desarrollado lo suficiente el sistema nervioso central como para poder sentir, tendrá el mismo derecho y dignidad que el resto de animales sintientes. Es evidente que a la luz de la razón no hay nada que justifique el derecho a la vida de un feto humano y no pueda justificarlo, igualmente, del resto de animales. ¿Cómo surge, entonces, el derecho a la vida? Todo derecho surge de un deseo -explícito o implícito- por o de algo. Mas, no todos los deseos producen derechos. Aunque sea lícito desear algo que no te pertenece, ello no da lugar siempre a un derecho sobre ese algo. En cuanto al derecho a la vida no puede nadie decidirse por ella hasta que haya llegado a desarrollar la inteligencia y autoconciencia necesaria para conocer de primera mano lo que es vivir, requisito indispensable para que alguien tenga ilusión por la vida y pueda anunciar al mundo su deseo de vivir. Pero, no olvidemos que ese deseo es tan respetable como el deseo de morir; la dignidad humana implica la propiedad de sí mismo; nadie tiene la propiedad de la vida ajena. ¿Pueden el embrión o el feto desear vivir? Evidentemente, no; como tampoco pueden desear la muerte. El conocimiento que puedan tener dichos organismos acerca de la vida o de la muerte es nulo y, si tuviéramos que guiarnos por su nivel de autoconciencia, ésta es infinitamente inferior que la de cualquier insecto del que no nos preocupa lo más mínimo su posible derecho a la vida. Aparte de los escrúpulos morales que subyacen en la sociedad y que tienen su origen en creencias religiosas, el factor cultural y educacional heredado por la tradición y, quizás, también por el instinto de supervivencia, son factores que influyen decisivamente a la hora de confeccionar un concepto impreciso y erróneo tanto de la vida como de la muerte. La vida es un conjunto de vivencias y experiencias que pueden ser buenas o malas; y nadie sabe el futuro de su vida. En base a esta definición podemos sustituir la palabra "vida" por la de "experiencia", por lo que si en lugar de preguntar a alguien si quiere vivir le preguntáramos si quiere tener una experiencia, su respuesta no se daría sin antes habernos preguntado qué tipo de experiencia es la que le proponemos; y si le respondemos que ignoramos la calidad de dicha experiencia veo muy difícil que alguien aceptara tener una experiencia sin saber antes en qué consiste ésta. No sucede así si preguntamos si quiere vivir. Aunque nadie sabe con certeza el tipo de vida que le espera, el ser humano tiene inscrito en su instinto de supervivencia el rechazo automático a la muerte, que se puede definir como el "no tener ninguna experiencia". El miedo a la muerte obedece a un factor cultural y educacional que es connatural al ser humano pero que no está basado en razones objetivas. El hecho de ignorar lo que hay más allá de la muerte se traduce en el miedo a lo desconocido, precisamente el mismo temor a tener una experiencia de la que no podemos dar ningún dato. Y, sin embargo, las malas experiencias sólo se han dado en la vida: deberíamos tener más miedo a la vida que a la muerte. El corolario de todo ello es que la vida no tiene ningún valor ni negativo ni positivo siendo únicamente posible determinar su valor una vez que se haya experimentado. Desde el momento en que venimos de la nada y volvemos a ella la vida es, simplemente, un paréntesis dentro del "no ser". Y este paréntesis -léase experiencia- nadie puede obligarnos a experimentarlo.

3 comentarios:

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    Blogger Ferovic dijo...

    Un gran artículo, yo estoy a favor del aborto, aunque personalmente nunca lo he practicado y dudo que lo haga, pero estoy a favor porque creo en la libertad de las personas y al igual que para adoptar un hijo nos piden una serie de cosas, para tenerlo naturalmente también hacen falta. Cuando una persona, no se encuentra capacitada para tener un hijo, sea por el motivo que sea, estoy convencida que es mejor que no lo tenga. Es muy fácil posicionarse a favor de la vida ¿pero de todos los tipos de vida?.
    Cuando una mujer, se cuestiona el hecho de ser madre, ya sea porque no se siente capacitada, porque no puede económicamente darle a ese hijo unos mínimos esenciales, por mil motivos que sean, es mejor que no lleve el embarazo a término.

    Repito la entrada, que no sé que hice que eliminé la anterior

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  3. El aborto siempre es un fracaso.Lo diga,o no, la Iglesia Católica. Por otro lado tampoco estoy de acuerdo con que todos los derechos son renunciables. De hecho los derechos fundamentales-como el derecho a la vida- son inherentes, irrenunciables e imprescriptibles. No porque lo diga yo,sino porque así lo dice el máximo garante de los mismos, es decir, el Tribunal Constitucional.

    De todos modos, en el transfondo de todo lo que se quiere crear con el derecho al aborto es seguir destrozando los principios de la sociedad,y crear una sociedad con gentuza hortera y populachera que siga votando a los que muy mal nos están gobernando.

    Un cordial saludo.

    Abogadodeldiablo.

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